Mientras la mayoría de los peruanos disfrutaban del fin de semana con actividades familiares, en Europa, una compatriota, Thalía Valdivia, aseguraba su lugar en las próximas Olimpiadas París 2024.
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Compitiendo en la Maratón de Rotterdam en Países Bajos, logró clasificar a pesar de quedar en sexto lugar. Después de este logro en el Viejo Continente, la atleta peruana regresó a casa para descansar y reflexionar sobre sus inicios en el deporte, su clasificación olímpica y sus expectativas para el próximo torneo internacional.
Thalia Valdivia: inicios en el mundo deportivo
Thalía Valdivia, originaria de Huánuco, comparte que, a diferencia de lo que podría esperarse, no mostraba interés por ningún deporte desde su infancia, y fue solo a los 20 años que decidió adentrarse en el mundo del atletismo.
«Cuando era niña o adolescente, no tenía una inclinación particular por ningún deporte. Jugaba un poco de vóley en el colegio, pero no era algo que me apasionara completamente. Durante mis primeros años, no tuve una conexión especial con ningún deporte en particular.
Fue recién a los 19 o 20 años cuando descubrí el atletismo y comencé a interesarme más por él. Los Juegos Panamericanos de Lima 2019 fueron un factor importante que despertó mi curiosidad y me motivó a investigar más sobre este deporte», compartió.
«Un entrenador de Cusco me animó alentándome, asegurándome que tenía un gran potencial para correr. Me proporcionó un plan de entrenamiento que me impulsó a decidirme por el deporte de alto rendimiento. Además, dado que ese año se celebrarían los Juegos Panamericanos Lima 2019, mi meta era alcanzar la marca en los 10.000 metros. Si no lo lograba, tenía planeado regresar a Huánuco para continuar con mis estudios. Sin embargo, las circunstancias tomaron otro rumbo y me enfoqué en el entrenamiento», relató.
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Pero su mayor desafío llegaría tres años después, cuando tomó la decisión de dejar su hogar en Huánuco para trasladarse sola a Cusco y dedicarse por completo a su carrera como deportista de alto rendimiento.
«Les comuniqué a mis padres que me mudaría sola a Cusco. Al principio, no lo tomaron bien; mi padre lo aceptó un poco, pero a mi madre le costó más asimilarlo. Sin embargo, al final, tuvieron que aceptarlo, así que reuní mis pertenencias y me fui. Fue una experiencia extraña y difícil. Ahora, al reflexionar, reconozco que hubo muchos sacrificios que tuve que hacer y que uno debe enfrentar por sí mismo», explicó.