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Copamiento del Estado
febrero 22, 2022
Autor: Anabelen Rivera

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En esta edición tratamos sobre el grave problema que supone para la gobernabilidad el copamiento de los puestos públicos por militantes de Perú Libre. Ciertamente, esta no es una práctica que inventaran los líderes del partido del “lápiz”, sino un mal que se repite en cada generación política en el país: recordemos cuando los apristas, en los dos gobiernos que han alcanzado, impusieron la práctica del “tarjetazo”; similar cosa hicieron los peruposibilistas durante la gestión de Toledo.

Cuando otros no han podido imponer presencia partidaria en el sector público, han construido una red de amigos y familiares que, en estos casos, son una forma no convencional de maquinaria política.
La lógica detrás de estas acciones es bastante simple: es el partido encargado de elaborar el plan de gobierno y de consolidar su ejecución; para ello, se necesita a la militancia operando en todos los niveles de decisión o acción, desde la presidencia de la república hasta la más humilde portería. En los tiempos de crisis, ciertas organizaciones políticas adquieren rasgos mesiánicos que llevan a sus militantes a suponer que dicha organización no solo les da identidad política, sino también trabajo. Es labor de las dirigencias partidarias y del propio Gobierno hacer entender que las cosas no son tan simples y que los tiempos en que solo un partido tenía la verdad universal -y por lo tanto, el derecho a copar las instituciones como si se tratase de un botín de guerra- ya pasó.

Sin embargo, la autopercepción mesiánica no es lo único que ocurre en Perú Libre, o en el PAP o en otro partido de masas en sus mejores épocas: la dirigencia también aprovecha este error, esta falsa creencia de que el partido lo da todo y lo merece todo, para llenar el Estado de aquellos elementos que puedan garantizarle impunidad. Este es el gran problema de los llamados “partidos de masas”: el aprovechamiento de la mentalidad colectiva para crear una narrativa en la que la corrupción, el nepotismo, el compadrazgo, etc., son males necesarios para llevar a la realidad las prometidas transformaciones nacionales. Notemos que en enero de este año, la militancia de Perú Libre pasó de 25 mil afiliados a 200 mil. ¿De pronto a todos se les apareció san Vladimir con su promesa de no más pobres en un país rico? ¿O es que de pronto se pasaron la voz de que el “lápiz” es una agencia de empleos eficaz?

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Anabelen Rivera
Reportera con afinidad para los medios digitales y redes sociales. Me interesan las investigaciones periodísticas sobre problemáticas sociales en el norte del Perú.
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