Tal vez nunca se sepa cuántas vidas se perdieron realmente por cuadros irreversibles de COVID-19 en el Perú, y cuántas por la indolente burocracia estatal contra la que llevamos casi 200 años buscando una vacuna o tratamiento eficaz y aún no las encontramos.
Es imperdonable que en un momento en que más necesitamos testeos confiables y masivos para saber cómo frenar la velocidad del contagio, el Estado dé la espalda a los científicos peruanos que, a pesar de las dificultades propias de un país que no prioriza presupuestalmente a la ciencia, tienen propuestas concretas y sumamente valiosas para ayudar a que se pierdan menos vidas.
En cualquier país desarrollado, la prueba molecular rápida creada por un equipo científico de la Universidad Cayetano Heredia (UPCH), liderado por el neurobiólogo Edward Málaga-Trillo, y que permite detectar el COVID-19 en solo minutos y a precio económico -70 soles en lugar de S/300, como las importadas-; con seguridad ya estaría siendo aplicada masivamente a la población. En nuestro país, oh novedad, no ha sucedido así y el valioso producto sigue bloqueado por la burocracia.
Para pasar a la segunda fase de la investigación y divulgarla internacionalmente como corresponde, desde la gestión del ministro Zamora el equipo científico está solicitando la hoja de ruta que el Minsa debería proporcionarle, pero hasta ahora no lo hace.
Otra propuesta concreta a los graves problemas es la de la Universidad Católica que ha diseñado una planta de oxígeno para dotar de este escaso producto a los hospitales del Minsa, de manera rápida y económica. También se le puso obstáculos para la certificación.
A pesar de ser diseñada por peruanos con dinero obtenido mediante colecta pública, y estar destinada a cubrir una necesidad que debería asumir el Estado; el Minsa le puso una traba, sacó una ficha diciendo que no procedía por tener un filtro de aceite.
Por lo menos en este caso, ya ha retrocedido y finalmente le dio luz verde. Sin embargo, sigue negándose a abrir su data diferenciada de casos, tal como se lo piden los investigadores de datos para saber la velocidad del contagio, a fin mejorar la prevención.