Conforme pasan las horas va quedando más claro el plan conspirador orquestado desde el Congreso para vacar al presidente de la República, saltándose con garrocha una investigación constitucional.
Cumplir con este requisito, tal como lo exige una acusación tan grave como la incapacidad moral, no es relevante para los congresistas tanto como hacerse del poder, aprobando al paso una vacancia a la medida.
¿Por qué? ¿Para alargar su mandato congresal? ¿Para bloquear las elecciones del abril en las que no estarán? Tal vez. A lo mejor uno de estos días hacen su odiosa “piyamada” y hunden al país más bajo de lo que ya está.
Mienten los partidarios del complot cuando intentan hacernos creer que la solución a la crisis generada por ellos es la vacancia presidencial. Estar en contra de esta figuura no es apoyar los hechos irregulares que pueda haber cometido el jefe de Estado, ni siquiera es estar a favor de su gestión; es defender al país de una banda de bribones que desde el Congreso quieren hacerse del poder y evitar a toda costa las reformas políticas, sin importarles en lo más mínimo el bienestar de los peruanos que -dejados de lado- siguen muriendo por COVID-19 o por diversas enfermedades. Mientras los padres de la Patria encabezados por Edgar Alarcón, ex contralor general destituido por corrupción; y el presidente del Congreso, Manuel Merino, principal beneficiario de una posible vacancia presidencial, se disputan el poder; en las calles los sufridos ciudadanos claman por trabajo, alimentos, medicina o atención
médica.
¿Qué nos pasa?
A las autoridades competentes les toca indudable?mente investigar la grave denuncia contra Vizcarra, sin a cusarlo por ahora, al estar prohibido constitucionalmente. Sin embargo, ello no resta peligrosidad al vergonzoso operativo golpista disfrazado de control político que los ciudadanos rechazamos y no podemos permitir.
En las actuales circunstancias, el Ejecutivo y el Legislativo deben actuar, como dice Transparencia, con toda la serenidad y responsabilidad posibles al tomar decisiones, a fin de no ahondar más la incertidumbre política; sin olvidar que el combate a la pandemia, la recuperación económica y las Elecciones de abril, son de absoluta prioridad. El Perú debe primar a los sueños presidenciales y congresales de un puñado de impresentables.