¿Es la democracia un caso inútil en el Perú? ¿No estamos aptos para vivir en una democracia? ¿Qué nos hace diferentes a los canadienses, a los suizos o a los uruguayos que pueden vivir sin contratiempos que conmuevan irremediablemente sus bases políticas o su ordenamiento jurídico? ¿Aprenderemos a vivir en democracia o debemos resignarnos al caudillismo y otras formas de personalismo déspota?

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La Unidad de Inteligencia de “The Economist”, en su Índice de la Democracia de 2020, concluyó que el Perú posee una “democracia imperfecta”. En dicho ránking, nuestro país ocupó el puesto 57 de 167 naciones con 6,53 puntos, undécimo entre 24 naciones de Latinoamérica y el Caribe. Curiosamente, en la región, Uruguay obtuvo el mejor puntaje –seguido por Chile y Costa Rica– y Venezuela, el peor. 

De acuerdo con la mencionada evaluación -hecha un año antes de las elecciones que ganó Pedro Castillo- se elogiaba como nuestra mayor fortaleza institucional la limpieza de los comicios, la transparencia de las elecciones -a pesar de lo cual al año siguiente se desató el fratricidio político entre peruanos-. En cambio, la mayor debilidad de nuestro sistema político, decían, está concentrada en la gobernabilidad. 

Consultados por El Tiempo, diversos analistas coinciden en que dicha ingobernabilidad o dificultad para poner las cosas en orden hoy es alimentada por este Congreso nefasto que, entre bravuconadas, tropiezos legales y obstinación sospechosa, bloquea el camino de la ciudadanía a una participación plena. Respondiendo a las preguntas hechas al principio de esta pieza periodística, si no somos Suiza o Uruguay es por culpa de esta institución opresiva que se ha interpretado a sí misma y autodenominado como “primer poder del Estado”, una falacia mayúscula toda vez que una democracia fundada en la separación de poderes no reconoce primado a ninguno. Incluso la figura de “república presidencialista” sirve solo para delimitar las atribuciones y no para construir un nocivo culto a la personalidad del mandatario. 

¿Pretenden Montoya, Muñante, Moyano, Cueto y otros que se los alabe como adalides de la libertad? Entonces, que olviden ese proyecto de tiranía de guantecitos blancos que solo nos empuja a la fosa del autoritarismo real