Con lo sombrío que se avizora el panorama económico, ya no quedan dudas de que, junto a la crisis mundial por la pandemia complicada ahora por la guerra entre Rusia y Ucrania, el gran problema del país se llama Pedro Castillo.
Si bien la invasión de Rusia a Ucrania elevó los costos del petróleo y los cereales, de los cuales el Perú es importador, y las nuevas complicaciones de la pandemia en China siembran dudas sobre su proyección de expansión económica de 5,5% para este año -lo que impactará negativamente en países como el nuestro que le venden materias primas-, también es cierto que gran parte de los actuales problemas se empezaron a gestar desde la llegada de Castillo a Palacio de Gobierno.
Los economistas coinciden en que el PBI había comenzado a sobreponerse de los efectos de la pandemia en la primera mitad del 2021, pero desde que el amigo de Cerrón se puso la banda presidencial no han cesado las medidas en contra del crecimiento, como la reducción de la inversión pública y la hostilidad a las empresas formales; por supuesto, el nombramiento de funcionarios incapaces y cuestionados sumado a las constantes crisis y escándalos. Todo esto ha ido erosionando la confianza del sector privado, generando un enfriamiento de la economía.
Para la vicepresidenta del Banco Mundial, Carmen Reinhart, el Perú figura en el grupo de países con riesgo de estanflación, es decir de estancamiento del PBI, alta inflación y alto desempleo.
Lo increíble -e indignante- del caso es que, a pesar del inevitable impacto de la guerra, el Perú tiene las condiciones para aprovechar el alto precio de los metales que se viene observando, y que crecería este año entre 4% y 5%, pero esto no es aprovechado. El sector Energía y Minas es usado descaradamente para la repartija de puestos.
Este sombrío panorama se siente cada vez más fuerte en las familias que, en los últimos dos días de paro de transportistas de carga, han sido nuevamente golpeadas en el bolsillo por una nueva tendencia al alza del pollo, azúcar, verduras, entre otros alimentos.
Frente a la imparable inflación, no hay salida cercana a la vista. Según el Ejecutivo, esta en los siguientes meses continuará por encima del 6% y recién bajaría a 4,5% a fin de año.