Los mansajes contradictorios del Gobierno no tienen cuando acabar.
Esto genera incertidumbre sobre el futuro de la inversión privada, y en especial la minera que genera miles de empleos en el país. A estas alturas los pedidos del presidente Pedro Castillo como el del pasado 20 de noviembre dirigido al empresariado exhortándolo a “seguir impulsando el desarrollo del país”, suenan a broma de mal gusto porque en la práctica el Ejecutivo no cumple su papel de generar un indispensable clima de tranquilidad y estabilidad.
Precisamente ese mensaje fue dado luego que la primera ministra, Mirtha Vásquez, había anunciado el cierre de cuatro operaciones mineras en Ayacucho, desatando la reacción de los gremios empresariales para quienes las inversiones futuras corren riesgo justamente por estos mensajes contradictorios.
En medio de este río revuelto, el retroceso de Castillo, dos días después, descartando esta vez el cierre unilateralmente de dichas minas probablemente generó más inestabilidad que confianza y calma.
Lo cierto es que las muchas o pocas acciones del Ejecutivo para dar seguridad a las inversiones en este sector tan decisivo para la economía, no están garantizando las operaciones de grandes proyectos como Las Bambas.
La empresa que aporta el 16% de la producción cuprífera nacional y da empleo a más de 8,000 trabajadores y proveedores”, ha sufrido nada menos que 86 días de bloqueo en el acceso a la mina, y acaba de anunciar que cerrará sus operaciones al no lograr acuerdos con las comunidades de Chumvibilcas y el Gobierno, porque se le quiere imponer “demandas comerciales excesivas”.
Es decir, el Gobierno en lugar de poner en marcha su papel de árbitro e impulsar la producción, se pone del lado del populismo que empieza a pasarle factura al país. Lo más probable es que el próximo año Apurímac no tenga canon. No solo eso, el cierre de las Bambas dificultará la reactivación económica del Perú. Dejaremos de explotar cobre cuando más le conviene al país porque el precio está por “los cielos”.