Lamentablemente, cuando se habla de deporte en el Perú se habla casi exclusivamente de fútbol.
No existen el básquet, el vóley o el atletismo en el horizonte colectivo, y gran culpa de ello la tiene un importante sector de la prensa especializada, que todo el año se dedica a alabar a esos héroes de barro que son los futbolistas y solo se acuerdan de nuestros demás representantes en torneos internacionales cuando obtienen medallas de oro o cuando mendigan apoyo al Estado y la ciudadanía.
Apagadas las bombardas por el triunfo de Kimberly García, volvemos a la triste realidad del deporte nacional: ¿es justo que María de Lourdes Castillo, campeona nacional de tenis sobre silla de ruedas, tenga que vender rifas para costear su pasaje al Quito Open que será en setiembre? ¿Es justo que Manuel Fuentes, paradeportista de bádminton, se quede sin la oportunidad de representarnos en Japón porque a las autoridades del IPD les resbala apoyar a otros deportes que no llaman la atención de los grandes auspiciadores y sus millonarios aportes? Porque la realidad es esa: si no hay apoyo a otras disciplinas es porque no concitan el interés de las cerveceras, las marcas de ropa y los canales de televisión que siguen apostando por el balompié a pesar de que es, evidentemente, un deporte de figuras sobrevaloradas.
La quiebra moral del país se refleja en el abandono a nuestros deportistas. Un país al borde del precipicio es aquel que ha olvidado que una mente sana necesita de un cuerpo sano para poder realizarse, pero aquí no tenemos ni mente ni cuerpo en condiciones promedio; tenemos canchas deportivas en pésimo estado, atletas que se costean el futuro con polladas y autoridades que solo trabajan cuando la plata llega a raudales. Si a ello le sumamos la penosa situación de nuestras escuelas y nuestro sistema educativo, además del riesgo alimentario que durante décadas ha impedido el despegue del país a las grandes ligas del desarrollo, tenemos un cuadro completo de abandono que, probablemente, no se solucionará en el siguiente quinquenio.
A pesar de esta situación desastrosa, los ciudadanos podemos seguir animando la práctica del deporte como una salida sana a las frustraciones y como una práctica que enseña disciplina, respeto e integridad humana.
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