¿Empieza la cuenta regresiva de la gestión de Pedro Castillo? La salida de Mirtha Vásquez representa la ruptura del mandatario con ese sector de la izquierda más razonable que garantizaba de alguna manera la adhesión del Gobierno a los modos de la democracia.
Destruida esta barrera, no es la oposición el mayor peligro para la estabilidad del régimen, sino las hordas maximalistas de Perú Libre, esos practicantes de la política que pretenden resolver los problemas de la nación por fuera de las leyes, que seguramente se impondrán en el nuevo Consejo de Ministros. Quien aplaude en las sombras es Vladimir Cerrón, no quepa duda.
No obstante, debemos tener claro que el objetivo de la política es que los procesos trasciendan a los nombres. Es decir, ni Mirtha Vásquez ni Avelino Guillén o Francke o cualquiera de los iluminados del gabinete caído son más importantes que las grandes líneas que a estas alturas el Ejecutivo debió trazar.
¿Qué hay de ello? ¿Qué hay de las promesas de campaña? No hablemos de irrealidades peligrosas, como la Asamblea Constituyente, sino de esos otros ofrecimientos que cualquier político, sea de izquierda o de derecha, suscribiría como propio: el Internet como derecho humano y la consecuente garantía de gratuidad, por ejemplo. Esto fue mencionado en el debate técnico entre los candidatos de la segunda vuelta, y significó una propuesta verdadera y positivamente revolucionaria en medio de un mar de utopismos e infantilismos ideológicos. ¿El Perú ha avanzado en estos meses en la expansión de la conectividad? ¿Siquiera se ha ampliado el acceso a la energía eléctrica?
¿Cuál es la obstrucción política que ha impedido al presidente cumplir con sus ofrecimientos? Nada más que la ineptitud agravada por una burocracia corrupta y un presidente sordo a los consejos y ciego ante la realidad de un país que se desmorona por la falta de liderazgo. Si antes era posible pensar en una tregua para consolidar una agenda común entre el Ejecutivo y el Legislativo en aras de la gobernabilidad, hoy esto es injustificable y constituiría un error histórico de la oposición no contribuir a ordenar la situación sin considerar los costos políticos o los inmediatos réditos electorales. El Perú podrá salir del atolladero cuando la política sea una actividad altruista.