Las lluvias han cogido a los piuranos casi de sorpresa y más de una autoridad, con toda probabilidad, está con los pelos de punta. Esto es lógico pues nos encontramos con una ciudad desprotegida y sin posibilidad de que en un plazo breve pueda emplear toda la ingeniería existente para evitar esos aniegos horribles en que se refleja el fracaso de la improvisación, la procrastinación y posible corrupción de quienes debieron, con sus actos, garantizar la seguridad de Piura.
Las opiniones queda por hacer en este momento son varias y contradictorias; nosotros podemos decir que toda proposición debe ser realista y que, si se puede hacer algo, que se haga, que nuestras autoridades abran sus oídos y mentes porque en este momento no nos referimos a necesidad de construir una vereda o de asfaltar una calle -cosas que inequívocamente se hacen en el cuarto año de mandato-, sino de la urgencia, después de casi seis años, de proteger a las ciudades de la región tanto en la costa como en la sierra de ciertas adversidades naturales.
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Nos preguntamos si este llamado llegará a los oídos de aquellos responsables que debieron hacer algo, siquiera levantar un muro o instalar un dren decente. Es cierto que se han hecho alguna cosas, pero todo lo demás es gestión y promesa. De nada sirve dedicarle todo el esfuerzo (¿?) a los lados del río si la estructura de la ciudad sigue siendo peligrosamente vetusta. Es justo afirmar que no somos ingenieros ni especialistas, pero sí somos la voz de la ciudadanía que no ha visto cambios y cuyas pistas se convierten en piscinas al mínimo aguacero. ¿Qué nos pueden decir los escargados sobre esto? ¿Tiene alguna justificación que esto ocurra desde el 2017 sin que a nadie -a nadie de la Reconstrucción o los alcaldes- se les mueva siquiera una pestaña o se le conmueva el corazón? Para los piuranos, los políticos y los ingenieros de la ARC no saben qué es Piura.
Esperemos que no vengan lluvias más fuertes porque los daños acentúan más la diferencia entre unos y otros, entre los que tuvieron la suerte de no vivir en una zona inundable y los que viven en lugares en los que el agua hará su casa por más sacos y muros que se levanten contra ella.
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