El presidente Pedro Castillo sigue jugando a la ruleta rusa con el futuro del país. Saben que ningún acuerdo -incluido el de no agresión propuesto el martes al Congreso de la República- devolverá la gobernabilidad si antes no se recupera la eficiencia en la gestión pública, debilitada sistemáticamente y hasta más no poder por su Gobierno.
Ofrecerse a ir a encarar a los congresistas en el Parlamento, generando gran expectativa sobre el mensaje que daría y donde la gran sorpresa iba a ser la propuesta de adelanto de elecciones generales, para luego dar un discurso insustancial y repetitivo, diciendo luego – a través del premier- que, “ups”, a última hora se arrepintió y prefirió darle una “última oportunidad” al diálogo y la búsqueda de acuerdos y no agresión con el Congreso; no es más que una jugada política para petardear el proceso de vacancia, que a todas luces va tomando fuerza.
Si antes no obtuvo los votos ni siquiera para ser admitida a debate, esta vez sí obtuvo luz verde y con 76 votos. Ahora el principal responsable del desgobierno, inestabilidad e incertidumbre política deberá dar la cara al primer poder del Estado o al menos enviar a su abogado y, si bien por ahora tiene los votos para salir bien librado, hasta el próximo 28 de marzo, nada garantiza que surjan nuevos escándalos -muy habituales en su débilitada administración-, haga cambiar las piezas del tablero.
A no ser que le funcione su evidente estrategia de desinflar el pedido de vacancia tendiendo la mano con un ramo de olivo a sus adversarios y mostrándose dialogante y “concretador”, por lo menos hasta que se calmen las aguas.
De hecho hasta el cierre de esta edición todo parecía indicar ayer que el señor Hernán Condori se queda en el Minsa. Es decir, una vez más el país está solo y, aunque fije su esperanza en sus representantes, poco puede esperar: el principal personaje desestabilizador y que inspira todos los temores que se puede imaginar en un sector clave para asegurar mínimamente que el país derrote a la pandemia, seguirá siendo blindado.
Mientras tanto, los efectos de la inestabilidad se siguen multiplicando. Las tensiones entre Ejecutivo y Legislativo, según la calificadora Fitch Ratyings, ha empañado las perspectivas de inversión.