La teoría económica parece ser muy clara cuando sostiene que subir el salario en circunstancias como las que vive el Perú solo contribuiría a cerrar el círculo vicioso que nos llevaría a la inflación.
En las redes sociales, muchos cibernautas han recordado los capítulos más oscuros del primer gobierno de Alan García, caracterizado por la competencia interminable entre los precios con sus cifras endiabladamente ascendentes y el Estado que trataba de acortar la brecha de la capacidad adquisitiva agregando más ceros a la remuneración mínima. El resultado en cualquiera de estos casos ha sido una crisis económica generalizada que llama a gritos un shock para comenzar de cero.
¿Es consciente el presidente Castillo del peligro que significa el aumento del sueldo mínimo vital cuando hay un aumento de precios de múltiples causas que el Estado no puede controlar? ¿Está informado de esto el ministro Graham, quien apareció a los ojos de la ciudadanía como un tecnócrata capaz de aterrizar los planteamientos poco sesudos del ala más radical del Gobierno? Si la memoria nos falla y no podemos recordar la historia vivida entre los años 1985 y 1990, podemos alzar la mirada hacia la costa caribeña y ver cómo el régimen de Maduro ha aplicado la misma idea y ha desquiciado su economía al punto de que la inflación venezolana es hoy incalculable.
¿Qué ha hecho la oposición frente a esto? Enfrascada en una nueva estrategia para enfrentar políticamente a Castillo, o incluso involucrada en los paros recientes -como la azuzadora de bloqueos Martha Moyano-, poco puede decir en favor del ciudadano que espera una respuesta frente a la crisis que crece y se amenaza el débil avance en materia de reconstrucción económica que ha logrado el país. Está claro que sin verdadero y eficiente control político, el oficialismo es capaz de hacer cualquier cosa, incluso a costa de los intereses de los peruanos. ¿Acaso el bloque liderado por Renovación Popular y el fujimorismo ha intentado llevar el debate de las recientes medidas al plano político? Nada, de eso no tenemos nada. Ha quedado en evidencia, también, que nuestro Congreso, el contrapeso a la autoridad del Ejecutivo, ha agotado su rol y no tiene mayor cosa que ofrecer. Ni leyes ni vacancia ni control. Si el presidente hace lo que le viene en gana es porque nadie lo detiene.