Afirma la directora regional de Salud, Miryam Fiestas, que un 13 % de los piuranos se resiste a permitir el trabajo de los fumigadores. La gente no colabora y no abre sus puertas, asegura la funcionaria. Habría que ver por qué hay personas que, a pesar de la emergencia y de que el Aedes aegypti se come a la región, dificultan la lucha contra el dengue.
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En el año 2015 la “Revista Peruana de Medicina Experimental y Salud Publica” publicó un estudio hecho por los investigadores Helen Palma-Pinedo, Rufino Cabrera y Martín Yagui-Moscoso, en el que se exploraban los motivos por los que la población de Cura Mori, Rinconada Llicuar y Sullana se negaba a recibir a los profesionales que trabajaban en el control vectorial del dengue. El estudio, llamado “Factores detrás de la renuencia al control vectorial del dengue en tres distritos del norte del Perú”, recogió las justificaciones de los moradores quienes, básicamente, señalaban cuatro motivos: creían que los métodos no eran efectivos, tenían desconfianza del personal de control larvario, opinaban que la hora en que se ejecutaban estas labores no era adecuada, y la creencia de que el larvicida afectaba la calidad y el sabor del agua. Como puede apreciarse, se trata de un tema cultural.
Y si alguien sacó la conclusión de que este estudio se hizo entre gente de escasos recursos y poca instrucción, conviene aclarar que la investigación tomó a un grupo heterogéneo (población de buena condición económica, residentes en áreas de alta peligrosidad o “zonas rojas”, incluso familias compuestas por algún personal de salud y viviendas con algún miembro enfermo o con discapacidad, etc.) para obtener sus respuestas.
Hay que escuchar a la ciudadanía, incluso si pensamos que lograr cambios culturales es inútil, porque la gestión pública, el trabajo con la población, gobernar y diseñar políticas (de salud, sobre todo) implican incluir, recoger impresiones, propuestas, quejas y temores y elaborar mejoras. “Pero siempre estamos en contacto con la población, en el Facebook ponemos la información”, podrían afirmar los funcionarios de tal o cual dependencia -hemos escuchado esas justificaciones antes-, ¿pero el Internet ya es una herramienta masiva en la región? ¿Los adultos mayores tienen redes sociales? Tal vez es tiempo de replantear estrategias.