Vamos a seguir perdiendo la guerra contra el crimen organizado si nuestras autoridades continúan reaccionando tardíamente. La matanza en Pataz (La Libertad) ocurrió el sábado 2 de diciembre a la 1:00 a.m. Recién ayer, lunes 4 de diciembre, un contingente policial ha sido enviado a la zona para iniciar las investigaciones. Medio país sabe lo que ocurrió, todas las personas con acceso a redes sociales están enteradas de la presencia del “Tren de Aragua” en Pataz -y probablemente en otras zonas del país con fuerte actividad minera informal, como Suyo-, pero la Policía no sabe nada.
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Para ser la crisis con que debutará el ministro Víctor Torres, lo está haciendo muy mal, con mucha pasividad -táctica, le dicen-, dando a los asesinos un valioso tiempo para escapar. Incluso pareciera que el Ejecutivo juega a favor de los delincuentes informales y los indeseables foráneos que extorsionan y matan en el país que los acogió cuando huían de la horrible dictadura madurista. ¿Es así como pagan la cortesía humanitaria? ¿Es así como la Policía y el Ministerio del Interior protege a los ciudadanos de malandros y homicidas?
En ese sentido, debemos hacer eco del pedido de los gremios empresariales que exigen la declaración en emergencia del sector minero y la puesta en marcha de un agresivo plan de formalización, así como el inicio de una guerra sin cuartel contra estos delincuentes cuya modalidad roza la definición de terrorismo. No debe haber vuelta atrás: ¿pretendemos que los delincuentes se conviertan en los mandamases del país a falta de ministros y presidenta, o reclamamos mano dura y que la PNP -o, incluso, el Ejército– barra con los inadaptados y restaure el orden?
El Perú no podrá despegar ni social ni económicamente si seguimos tolerando a los antisociales nacionales y extranjeros, de cualquier condición social o credo, que pretenden acogerse a los instintos bondadosos de una sociedad saturada de mensajes que invitan a aceptarlo todo olvidando que el verdadero progreso implica dejar de lado aquello que nos ancla a la barbarie, al vale todo y la laxitud legal. Esta falsa caridad ha permitido todos los desórdenes de los últimos años. Necesitamos recuperar el centro y la racionalidad.