Las autoridades de Sullana han sido rebasadas por la extrema delincuencia que se ha apoderado de las calles de “La Perla del Chira” y han convertido a esta provincia en una de las más peligrosas del norte peruano.
Como señalan las autoridades, hay tres factores que explican por qué este fenómeno se ha vuelto incontrolable, pero nadie responde qué se hizo para impedir que el hampa reine impunemente.
En primer lugar, tenemos al sicariato, una actividad que ha crecido bajo la sombra de la negligencia de los jefes policiales que, siguiendo el gastado discurso de otras ciudades, invisibilizaban el problema reduciéndolo a una “guerra de bandas”, “luchas por el liderazgo”, un asunto marginal incapaz de golpear a la ciudadanía. Nada más falso. La delincuencia hoy es uno de los principales problemas de una sociedad que termina situada entre dos fuegos, expuesta al tiroteo y a la muerte.
El segundo elemento es, según los entendidos, la proliferación de bares clandestinos que suelen ser nidos de hampones y asesinos. La delincuencia y la informalidad tienen una alianza tácita que las autoridades municipales y policiales no han sabido combatir de manera conjunta: cada quién hace lo suyo y lo hacen mal. Las sucesivas gestiones municipales no han sabido -o han querido- combatir a la informalidad, a los bares y a los garitos de la prostitución clandestina, y la Policía no atrapaba a nadie. Esta comunión de ineptitudes ha terminado creando un escenario de fondo sobre el cual se desarrolla el drama del delito común y el crimen organizado.
Finalmente, el tercer elemento es el más delicado: la presencia de extranjeros que sirven a las bandas como “ejecutores”, sicarios baratos capaces de cometer atrocidades por un par de monedas, algo que, por supuesto, no es privativo de Sullana ni de la región Piura, sino que es un hecho en todo el territorio nacional.
¿Qué pasó con la política de tolerancia cero para los inmigrantes que cometieran delitos o cuya situación en el Perú no sea clara? Las palabras del presidente de la República en su discurso inaugural no fueron más que aire, nadie se preocupó por hacer cumplir una orden que parecía acertada frente al incremento de horrendos asesinatos que involucraban a delincuentes de otras nacionalidades.
Por estas razones, es preciso que el ministro del Interior llegue a Sullana.