Es esperanzador que en una semana tan difícil como la que vivimos (con caos político, con el anuncio de un paro agrario, con recrudecimiento de las diferencias entre compatriotas y a punto de dejarnos vencer por la decepción que provoca la corrupción) nos llegue una noticia que nos devuelve la confianza en el porvenir: la ocupación de camas UCI en Piura ha caído a menos del 30 por ciento.
Esto quiere decir que la gravedad de los casos de COVID-19 es menor y la vacunación está mostrando los efectos deseados.
En el desprestigio y la vergüenza quedan los fantasiosos argumentos de los antivacunas, sus secuaces y otros escandalosos de oscuros intereses, quienes pretendían socavar los cimientos éticos de la ciencia. Esta arriesgada jugada no resultó, para bien del mundo, y en Piura también podemos decir que hay una mejora sustancial que debe animarnos a seguir cuidándonos e insistir en proteger mediante la vacuna a los más pequeños.
Precisamente, es a la luz de estos resultados que es imperativo intensificar el proceso de inmunización: el ministro de Salud, que parece más dedicado a validar sus dudosas credenciales ante la prensa y la opinión pública, debería trabajar en la línea de sus antecesores en esta importante cartera y lograr que más niños sean protegidos. En Arequipa un escolar se ha contagiado en su colegio y este solo hecho debe bastar para poner en marcha todo un plan de contingencia que permita completar la vacunación de adultos y cubrir a más menores.
Cuidarnos, a dos años de iniciada la peor pandemia que ha visto el mundo, debería ser parte de nuestra conducta corriente: lavarnos las manos, usar adecuadamente la mascarilla y mantener la distancia social, además de participar en la vacunación gratuita, deben ser las principales armas de la ciudadanía para enfrentar al coronavirus. En esta época, de reapertura de los negocios, de vuelta progresiva a la normalidad, nuestra conducta es mucho más importante. Lo que esta catástrofe sanitaria nos ha demostrado es que no somos islas, sino parte de un inmenso tejido social y lo que le ocurre a uno tiene incidencia directa en lo que puede ocurrirle a otro. Tenemos el deber de cuidar de los demás tanto como de nosotros mismos.