El calendario electoral para los comicios regionales y municipales del 2022 avanza, pero nos preguntamos si la ciudadanía asistirá a esta nueva cita con la democracia luego del predimiento del “Clan Los Marchena”, esta familia de alcaldes que, en colusión con proveedores municipales, atesoraban importantes cantidades de dinero. Cuando el país se alista para acudir nuevamente a las urnas, hechos como este siguen minando la imagen y el alicaído prestigio de la política nacional.
La situación de los Marchena, ciertamente, será dirimida por la justicia, y serán los jueces los que determinen la responsabilidad de estos presuntos involucrados en actos de corrupción, pero es inevitable preguntarnos cuántos otros clanes de este tipo operarán en este momento en el territorio patrio, en aquellos municipios olvidados o en las grandes ciudades. No hace mucho se descubrió una red de corrupción en las UGEL que funcionaba durante la anterior gestión regional, a vista y paciencia de muchos, corrompiendo conciencias aquí y allá, creando complicidades por doquier. ¿Qué ocurrirá en otras gestiones regionales y municipales? ¿Hasta cuándo permitiremos los ciudadanos que estos malandrines se alcen no solo con dinero, sino con las posibilidades de progreso, de modernización y desarrollo de las distintas localidades?
Recordemos que la corrupción no solo deja un forado en las arcas públicas: también destruyen la posibilidad de que contemos con mejores servicios, con escuelas, con postas. ¿Se acuerdan ustedes, amables lectores, del caso de las cartas fianzas por el que el ex gerente general del GORE terminó preso? ¿No fue ese un asalto al derecho a la salud de los mancoreños? Y así cuántos otros casos habrá. No podemos transigir y ser benevolentes con la corrupción ni la venalidad.
Es preciso que se refuercen los mecanismos de control y de prevención del delito a fin de que se impida o dificulte la comisión de actos de corrupción. Piura y el Perú entero no puede seguir perdiendo oportunidades a causa de este mal.
Tampoco es justo que la política, ya herida por traiciones y barbaridades, se envilezca más. Para tener un país mejor no hemos de renunciar a la política, sino que debemos rescatarla del fango en que se la hundido.