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En principio, parece volvernos a la cara aquella verdad de que no todo se arregla con plata. El financiamiento, como una manera de control, puede resultar eficaz en un país cuyas instituciones, burócratas y estamento político, no padezcan la lamentable y agresiva condición de las uñas largas. El Perú, en ese sentido, dista mucho de ser Alemania o de tener los índices de corrupción de Suiza. De acuerdo con un informe de la ONG Vigilancia Ciudadana, el dinero que el Estado entregó a los partidos para mejorar sus sistemas internos y profundizar la democracia ha terminado, en el mejor de los casos, en una ambiciosa remoledación de un baño, un caso de brutal simbolismo de a dónde va a parar nuestra política. Tan audaz inversión fue cometida por Perú Libre: el partido del prófugo Cerrón contrató a una empresa que, en circunstancias normales, hace esta labor por S/11 mil, pero que, por vez única, ajustó su tarifa a módicos e izquierdistas S/32 mil. No contentos con arreglarle el water a algún dirigente -quizás Waldemar o María Agüero-, Perú Libre también contrató refacciones de unos ambientes de su sede principal en 2022 y 2023 por S/72 mil. ¡Lástima que la empresa contratada vendiera computadoras!
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