La fiesta del fútbol ha comenzado y muchos se preguntan cómo podemos disfrutar de los partidos sin culpa por las violaciones a los derechos humanos que ocurren todo el tiempo en Qatar.
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Creemos que este dilema es similar al que se nos presenta cuando escuchamos música o leemos la novela de algún artista excelso que en lo privado, no obstante, es un patán.
En principio, tenemos que entender qué es Qatar, cómo se piensa allá, por qué se vive así.
Qatar en un emirato o monarquía absoluta -algo podrá estar reñido con la modernidad, pero no con el Islam, que es el factor transversal que realmente importa-.
Las autoridades cataríes se rigen por su interpretación de la religión mahometana; esta interpretación les permite someter a torturas a ciertos elementos “subversivos” de la sociedad, o condenar de muerte a los homosexuales, o convertir a la mujer, mediante la cárcel, en la única culpable de su destino.
En Qatar, como en los demás países islámicos, están prohibidos ciertos alimentos y el consumo de alcohol.
Como dato curioso, la final del Mundial está programada para el 18 de diciembre, fecha coincidente con la de la reunificación de Catar en 1978. Es el Día de Qatar.
Es difícil separar al antisemita Wagner de su trascendental obra musical, o al racista y aniñado Chopin de sus hermosos nocturnos.
Del mismo modo, es difícil separar al país anfitrión del espectáculo del fútbol profesional, acusado de perpetuar la violencia contra las minorías sociales, de la fiesta que cada cuatro años nos reúne en familia o cofradías.
Debemos ejercer sobre nosotros un examen de conciencia para descubrir si somos hipócritas juzgando a Qatar cuando a solo unos minutos de la ciudad de Piura hay personas desligadas de la modernidad y del desarrollo, durmiendo en condiciones lamentables, sin agua ni luz. Eso es violencia, y también es violencia que los feminicidios continúen dándose aquí y allá sin que las autoridades presten atención a las denuncias.
¿Qué hacemos mirando la paja en el ojo ajeno cuando tenemos una viga en el nuestro? ¿Por qué nos sorprenden las torturas en Catar cuando en Sullana hay 60 muertos por el fuego cruzado entre hampones y policías?
Nosotros no somos capaces de resolver el dilema que se plantea en este artículo, pero invitamos a los lectores a que busquen dentro de sí.
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