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Es cierto que la agenda de las provincias o de la región no pueden reducirse a El Niño, ¿pero qué pasa cuando desde el 98 poco se ha hecho para reconstruir las ciudades y hacerlas más seguras, más sostenibles, más capaces de soportar el embate sempiterno e ineludible de la naturaleza? La pereza o desinterés de gestiones anteriores obligan a las actuales a no irse sin haber hecho algo por Piura. Mientras no haya seguridad para la población piurana, mientras el río sea una amenaza y las lluvias, una millonada de latigazos sobre las cansadas y heridas espaldas de un pueblo, no puede haber ni desarrollo urbano ni expansión de las ciudades ni parques nuevos ni una pileta ni un solo árbol recién sembrado. Sería como vestir con costosos trajes un cuerpo que no ha tocado el agua.
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De acuerdo con especialistas en agricultura y pesca, este año tendremos grandes oportunidades de revertir la situación de precariedad económica en que El Niño dejó al agro, así como de encontrar un mar rebozante de especies y riquezas. Es decir, hay oportunidades de mejora que no podemos desaprovechar, pero, ¿qué sería de dicha riqueza si las puertas de Piura, Sullana, Talara, Tambogrande, Bajo Piura, etc., estuvieran abiertas al desastre? La persecución de la fortuna debe ir de la mano con la atención a los piuranos dotándoles de seguridad y tranquilidad frente a las lluvias e inundaciones. Incluso un muro de ladrillo podría ayudar con eso, pero hay que hacerlo.