Finalmente, después de una semana de incertidumbre, hoy se debatirá si el presidente de la República, Martín Vizcarra, es vacado del cargo por incapacidad moral permanente. Creemos que, de prosperar esta medida, se profundiza el daño que el conflicto político entre el Ejecutivo y el Legislativo ha ocasionado en la frágil institucionalidad peruana.

Creemos también que es preciso que Vizcarra termine su mandato y al término de éste sea juzgado en los fueros correspondientes. ¿Acaso pesarán más las ambiciones de Merino de Lama y de su operador-congresista Edgar Alarcón, que el anhelo de vivir en paz de millones de peruanos? Este es el peor escenario para plantear una vacancia: a la pandemia por COVID-19 se han juntado la difteria y el dengue; la Reconstrucción apenas ha avanzado y es necesario que la transición de un gobierno a otro se haga en un clima de paz política. Lamentablemente, la paz en el Perú equivale a destruir ardides, desmontar complots, cercar al enemigo y quitarle toda posibilidad de acción. La paz en el Perú consiste en desactivar “bombas”.

El cierre del Congreso, aunque fue un necesidad, ya había agrietado la vida institucional nacional, y lo que puede ocurrir hoy es un acto de venganza que el propio Ejecutivo ha ayudado a urdir con su silencio, sus extrañas contrataciones, yerros del pasado, falta de transparencia en muchas ocasiones, pero, sobre todo, falta de claridad para luchar contra el coronavirus, falta de visión para comprender todo lo que se venía sumada a la ineptitud para medir las consecuencias de ciertas medidas -esto de la ineptitud es un rasgo que comparte con el Congreso-; mientras la crisis avanzaba, las autoridades le fallaban a la ciudadanía yendo por los caminos de la represión y los de la demagogia. Esta esquizofrenia gubernamental se ha traducido en uno de los peores resultados a nivel mundial; no hemos contenido al virus ni hemos logrado crear un sistema más eficiente de protección al ciudadano.

Esperemos que los padres de la Patria tomen la decisión más inteligente, que la votación se haga pensando en los ciudadanos y no solo mirando a las próximas elecciones, como hacen algunos personajes tras bambalinas. Eso sería traicionar a la voluntad popular.