Pedro Castillo no solo se corre de la prensa, sino también de la justicia: a pesar de que han transcurrido varias semanas desde la revelación de las reuniones en la casa de Breña (Lima), el mandatario aún no alcanza a la justicia la lista de los asistentes.
¿Es que la mano de la justicia no alcanza al Ejecutivo? ¿Es que la ley no está por encima de quien gobierna? Esto nos recuerda, una vez más, que tenemos una institucionalidad débil que aún permite conductas caprichosas, así como revanchismos, que poco tienen que ver con el auténtico significado de la política. Mientras el presidente Castillo no se decide a actuar conforme la exigencia judicial, el Congreso sigue reuniendo motivos para una segunda moción de vacancia que, suponemos, no se hará esperar mucho.
Si el gobernante no se somete a lo que la ley ordena, tenemos un gravísimo problema de legitimidad: no es legítimo el gobierno que no se apoya en la ley ni promueve su respeto. Castillo, lastimosamente, pierde réditos frente a la ciudadanía cuando opta por un incomprensible silencio, a sabiendas de que esta conducta no solo complica su propia situación, sino la del país que necesita un verdadero liderazgo para reencaminarse hacia el crecimiento y el desarrollo.
¿Qué esconde Castillo? ¿Qué pretende la premier Mirtha Vásquez mintiendo a la ciudadanía al afirmar que el presidente ya dio la información solicitada? Estamos ante una retahíla de secretos y mentiras que exasperan y podrían llevarnos a una situación social y políticamente peligrosa. Es necesario que el presidente sea consciente de su rol frente a la sociedad y entregue aquella información que permitirá esclarecer muchas cosas (intenciones, visitantes, posibles delitos, etc.).
Esta también debería ser una oportunidad para depurar al Ejecutivo de ciertos elementos que no contribuyen a mejorar su imagen, como la premier Vásquez, quien no solo dijo que ya había una lista, sino que durante las últimas semanas ha favorecido el deterioro del Ejecutivo dando muestras de una impasibilidad sospechosa frente a los recientes líos en los que el Gobierno ha debido intervenir para restablecer el orden, pero solo se ha limitado a ser un incómodo espectador. Urge un cambio de enfoque.