Las elecciones en el Perú, en muchos casos, han sido oportunidades perdidas. Eso ha ocurrido porque los ciudadanos no cumplimos con nuestro deber de informarnos acerca de las aptitudes de los candidatos para la más alta representación nacional y luego nos lamentamos sobre la leche derramada.
Es preciso aprender a votar: en nuestra época, cuando la información está más a la mano, es una obligación conocer a los candidatos a la presidencia, si transparentan sus propiedades, si tienen solidez mental y ética, si son auténticos líderes y no aventureros animados por la adrenalina de la política. El 2020 marcó un reto para el presidente del Bicentenario: la reconstrucción de la economía y su empate con el desarrollo social. Tendremos que elegir a quien veamos como un verdadero gestor de mejoras, que administre con sinceridad los recursos del Estado; en suma, necesitaremos un presidente que sepa gerenciar a partir de la escasez para enrumbarnos a un futuro más próspero bajo el imperio de la ley.
¿Ofrecen los nombres que han circulado, garantía de que esto será así? Muchos de los mencionados son conocidos de la política, otros del mundo académico, del deporte e, incluso, de la farándula. Tengamos cuidado con los grandes reflectores que se encienden e iluminan algunas candidaturas, pues cuanto más fuerte es la luz, más larga es la sombra. Tengamos cuidado de conocer bien los movimientos de los postulantes y evaluemos hechos antes que palabras.
Tenemos una gran responsabilidad por delante y es preciso que demos un voto de confianza a la institucionalidad para que los comicios y el próximo Gobierno gocen de estabilidad. El diálogo es un gran recurso pocas veces explotado con inteligencia por nuestros mandatarios; la viabilidad de las entidades públicas en un país golpeado fuertemente por la pandemia, la corrupción y el desaliento, etc., dependen de que sepamos resolver nuestras diferencias con sentido democrático, con verdadera altura cívica. Todo depende de que hallamos escogido con sabiduría y apelando a la razón en vez de los sentimientos, aquellos que nos llevan fácilmente por los caminos del peligroso pragmatismo, la rigidez casi dictatorial o la negación del derecho ajeno. Tengamos cuidado, lo que viene es crucial para todos.