Desde expresiones de grata sorpresa hasta lágrimas de emoción, arrancó el presidente Francisco Sagasti al iniciar su mandato pidiendo perdón a los jóvenes fallecidos o heridos cuando defendían la democracia en uno de los momentos más difíciles del país, producto del accionar de un Gobierno ilegítimo que pretendió arrebatarnos la esperanza y muchas libertades, incluido el legítimo derecho a protestar.
Ante un país indignado y con altas dosis de frustración por la sangrienta represión de la protesta y el uso excesivo de la fuerza con el alto costo de dos muertos y decenas de heridos, sólo a un académico y conocedor del Perú se le podía ocurrir marcar el inicio de su mandato y de una nueva etapa con un pedido de perdón, un “mea culpa” a nombre del Estado.
Por primera vez en años, un jefe de Estado no solo ha reconocido y enarbolado el papel protagónico de la Generación del Bicentenario en la defensa de la democracia vía el reclamo ciudadano, sino que ha ido más allá de lo retórico: el Estado respaldará, entre otras acciones, la autonomía de la Sunedu y la masificación de Internet.
Una respuesta clara y contundente a esa juventud que desde todos los rincones del país se levantó reclamando representación y espacios de participación política, ha sido canalizada por el representante de la Nación a quienes insisten en ejercer el poder de espaldas a los intereses nacionales. A esos grupos reacios a escuchar las voces de la calle, les ha pedido dejar de darle la espalda al país. Les ha recordado que el sacrificio de Inti y Bryan y de todos los que salvaron al país en uno de sus momentos más convulsionados, debe “marcar un hito para que cambiemos la forma tan nociva en que hemos estado ejerciendo la política”.
¿Atenderán el llamado del presidente? Todos esperamos que el Legislativo, si bien cuenta con los mismos defensores de la vacancia que nos llevaron al caos, hayan aprendido la lección y se sumen a la búsqueda de consensos. Rectificarse y ser responsables de su actuación es lo mínimo que el país espera de ellos para lograr el clima de calma, necesario para que el país retome el rumbo.