Esta semana se espera que la presidenta del Consejo de Ministros se reúna con las diferentes bancadas para llegar a consensos que aseguren el otorgamiento de la confianza al nuevo gabinete.
Sin embargo, el primer tropiezo viene, precisamente, del oficialismo: Perú Libre, escudándose en la semana de representación, se ha excusado de no participar en ningún diálogo.
Tal vez esta posición sea el reflejo de la derrota de la facción cerronista que hace pocas semanas parecía tener el control incluso sobre las decisiones del presidente Castillo. El distanciamiento del mandatario de la izquierda radical no ha caído bien en ciertos sectores que le reprochan la aparente moderación que desharía imprimir a su gestión, que pronto cumplirá cien días sin mostrar resultados concretos relevantes (la caída del dólar no ha sido producto del buen oficio del Gobierno, sino de la estrategia del Banco Central de Reserva).
Creemos que esta semana no será fácil para el Ejecutivo porque, además de convencer a la oposición más dura del Congreso, deberá recomponer la relación con el propio partido de gobierno. Un presidente no puede gobernar tranquilo sin una base parlamentaria que le permita extender su prestigio o clarificar sus negociaciones con el llamado “primer” poder del Estado. El ejemplo más reciente es el de Martín Vizcarra, divorciado políticamente del Peruanos Por el Kambio (PPK), y que debió enfrentar con pocas armas políticas la arremetida de la oposición de dicho periodo. A falta de un cuadro congresal y de un partido que lo respaldase, debió tomar medidas extremas (como el cierre del parlamento) para extender un mandato que difícilmente iba a llegar a su fin en términos pacíficos. Las últimas crisis de legitimidad de la presidencia de la República están relacionadas directamente con la fragilidad de los partidos. Castillo debe tener esto en cuenta porque, si no convence al menos al ala moderada de Perú Libre, si no se asegura la adhesión de una bancada que pueda defender políticamente sus intereses, será presa fácil de cualquier intento de vacancia.
La idea de la vacancia es atractiva para muchos sectores descontentos de los primeros pasos dados por el Gobierno, pero recordemos que descabezar a la gestión prematuramente podría llevarnos nuevamente a la inestabilidad.