El diálogo por la gobernabilidad podría verse truncado por las discrepancias internas en el partido de gobierno, Perú Libre, cuya mayoría parlamentaria aún no digiere la derrota que ha significado la salida de Guido Bellido del gabinete y el consecuente apartamiento de Vladimir Cerrón de las decisiones del Ejecutivo.
¿Podría este sector descontento liderar otro foco opositor con la pretensión de que Pedro Castillo retome aquellos planteamientos más radicales propugnados por los cerronistas? Dependerá de la realineación de fuerzas en el Congreso: a pesar de que los más recalcitrantes voceros opositores han dicho que actualmente hay un clima de mayor confianza para poder dialogar con el Gobierno e impulsar una gestión moderada, esta no es la posición unánime de los parlamentarios. El sábado, por ejemplo, se aprobó el proyecto de ley que replantea las reglas de la cuestión de confianza mediante una “interpretación auténtica” que, a juicio de algunos analistas, recorta facultades al Ejecutivo al prohibirle plantearla sobre asuntos que son de competencia del Congreso o sobre reformas constitucionales, a pesar de que la Constitución no reconoce ni advierte límite alguno a esta prerrogativa. Es decir, que existe un sector del parlamento que, a pesar de los cambios en el gabinete, no confía en que esto sea suficiente para controlar políticamente a Castillo y su comitiva. ¿Querrá la repentina oposición cerronista sumarse a esta jugada en contra de la mitad de su partido, aún a costa de orillar a la vacancia al Gobierno?
Suponemos que el ala dura de Perú Libre no querrá sumarse a la táctica de la derecha, pero sí hará lo posible, mediante la crítica, quizás el chantaje político y otros métodos, para que Castillo “recapacite” y reconsidere la inclusión de cuadros del partido de gobierno en una futura formación ministerial. Lo que la izquierda dura no entiende es que, aunque esta aspiración pudiera ser políticamente legítima, no es conveniente para los intereses más altos del país. Es cierto que un partido de izquierda ganó las elecciones, pero eso no significa que el Perú haya decidido de la noche a la mañana, o en cinco años, transformarse en una república socialista. El Perú ha querido un cambio, ¿pero qué tipo de cambio? Estamos seguros que el Perú quiere orden, legalidad y desarrollo.