En la historia de los últimos cinco años, la idea de partidos políticos fue la gran ausente. Hubo grupos, alianzas limitadas a intereses bastante inmediatos y superfluos.
Ni siquiera el expresidente Kuczynski y mucho menos Martín Vizcarra tuvieron un aparato político que les ayudara a soportar los ataques que sufrieron -con justicia o sin ella- desde el Congreso. El breve Manuel Merino tampoco contó con el apoyo pleno de Acción Popular, su casa ideológica, y Francisco Sagasti ha debido gobernar hasta hoy sin vincular a su agrupación de origen, el Partido Morado, para evitar acusaciones de favoritismo electoral. En otras palabras, en los últimos cinco años, nuestros presidentes han gobernado sin el apoyo de un partido político y ello les ha significado inestabilidad y debilidad para enfrentar a la oposición. ¿Es conveniente que Pedro Castillo rompa definitivamente con Perú Libre?
Para responder esa pregunta, debemos establecer cuán separable es la identidad de Perú Libre de la figura de Vladimir Cerrón. Definitivamente, Cerrón es nocivo para el nuevo gobierno, sus ideas provocarían no solo un distanciamiento innecesario y peligroso con las demás organizaciones políticas democráticas -muchas de las cuales ya han expresado su voluntad de apoyar al proclamado Pedro Castillo-, sino también una ruptura con el sentido común político: las ideas de Cerrón, extraídas de la caverna de la historia, son inoperantes en un mundo moderno, interdependiente e influido por el mercado. ¿Es posible separar a la entidad de su creador? ¿Es posible una reconducción de Perú Libre para convertirlo en un partido plenamente integrado a la democracia sobre el cual Pedro Castillo pueda apoyarse para intentar llevar a cabo sus reformas reconociendo las reglas de juego consagradas en la Constitución de 1993, o para negociar políticamente con la oposición y no verse en el desamparo de Kuczynski, Vizcarra y los siguientes?
Es necesario que, en tanto se cristaliza la posibilidad de alejar a Cerrón de todo asunto de gobierno, Castillo y su gabinete sean prudentes para no crear conflictos que puedan llevar a una temprana crisis. También podría estudiarse la posibilidad de construir un partido nuevo para el gobernante, un partido que no le deba nada a Cerrón, Bermejo y otros personajes para quienes la democracia es menos importante que sus ambiciones.