Ya no hay agua para los agricultores y los dirigentes de San Lorenzo redescubren la fe como último refugio en medio de esta pavorosa carencia. ¿Debe ser siempre así? ¿Acaso nuestras autoridades no pueden importar ideas de riego que permitan usar mejor el agua sin caer en la anarquía que ha caracterizado a las últimas campañas?
Hace unos años, un equipo israelí mantuvo cierto diálogo con las autoridades regionales. El embajador de aquella época (2016), Ehud Eitam, estuvo muy interesado en que Israel transmita su experticia en el riego tecnificado, pero parece que todo quedó en nada. Cada quién, a sus costumbres. Por nuestra parte, volvimos al riego por inundación, al robo de agua, a la violación de compuertas y a la expansión abusiva de ciertos cultivos, hechos que, a la larga, nos han traído a esta situación lamentable en la que se calculan grandes pérdidas.
Por ahora no queda nada más que hacer, salvo pedir a las autoridades que garanticen el agua para consumo humano y animal, pero luego de esta crisis necesitamos retomar el diálogo con la modernidad en cuestiones agrícolas y de manejo del agua. La agricultura es una de las bases de la economía regional y sería irresponsable de parte de los encargados del sector no hallar una solución que pueda implementarse y que acabe de una vez por todas con esa disputa por agua entre limoneros y arroceros, por ejemplo. Decir que ciertas situaciones y una determinada cultura no pueden cambiar es renunciar a nuestra obligación de progresar e incorporar mejoras que sirvan, principalmente, al desarrollo pleno de la región. El Gobierno Regional debe tomar cartas en el asunto, debe contribuir a articular mejor esta actividad productiva y debe contribuir a su modernización.
Por otro lado, hablando ya del consumo poblacional, nos seguimos preguntando si la EPS Grau está dando mantenimiento a los pozos por si se necesitara de ellos. Ya hemos tenido experiencias amargas con la falta de agua en los hogares y no deseamos repetirlas. Recortar el suministro a las viviendas no sería justo ni estratégico para una región que requiere protegerse con todas las armas higiénicas contra el coronavirus. El agua, no está de más recordarlo, es esencial y su distribución eficiente, un signo de democracia.