¿Cómo se pretende que la ciudadanía acate las disposiciones de cuidado dadas por el Gobierno si hay autoridades y funcionarios que las desobedecen y luego mienten para salvarse el pellejo? Esto es lo que ha sucedido en Sullana, donde un grupo de trabajadores y un gerente se reunieron, mascarillas abajo, para celebrar un cumpleaños. La distancia social no importa; la salud y la vida, menos.

Con esto queda demostrado, una vez más, que el ciudadano promedio no puede construir su ética mirando hacia arriba, hacia el poder, tratando de imitar las acciones de quienes gobiernan o comparándonos con ellos. Aunque esto puede ser obvio para muchos, no lo es para un grueso de la población que sigue justificando el robo “porque también roba el de arriba” o la corrupción porque “todos tienen un precio, hasta los presidentes”.

Las conductas y la moral se construyen según ese supuesto de que los poderosos marcan una pauta. Si dejamos que así ocurra, nuestra sociedad se hundirá en un pantano de libertinajes peligrosos e, incluso, criminales. ¿No es una exageración traer el tema ético y advertir sobre conductas peligrosas al hablar sobre la fiesta de cumpleaños de un chofer en la Municipalidad de Sullana? Precisamente, ese es el razonamiento del mediocre: creer que no se debe hacer “bulla” y dejar que las cosas pasen, que el escándalo se calme.

Los ciudadanos no podemos construir nuestra ética desde el poder; es decir, desde una entidad ajena, sino desde nuestra propia experiencia, necesidades y aspiraciones. ¿Necesitamos salud? Seamos cuidadosos con ella, incluso más allá de lo que marca el Estado. ¿Queremos instrucción verdadera? No la esperemos ni la mendiguemos de los Gobiernos; cultivemos, en cambio, la educación libre, propia, genuina. Asistamos a las escuelas con mucha más disposición de dar que de recibir. ¿Queremos dinero? El Estado ni las corporaciones nos lo regalarán; hay que ganarlo honradamente, sin hacer daño y sin arrebatar oportunidades a otros. La libre concurrencia es también respeto por el proyecto de vida ajeno. En fin, son muchas las cosas que podemos aprender y vivir sin necesidad de fijarnos en gobernantes y funcionarios como modelos éticos. Está bastante demostrado que la burocracia está podrida por dentro.