Que el presidente Castillo haya subido 5 puntos (IEP) en su aprobación presidencial justamente en un mes negro para él y su familia, al haberse destapado su ilegal sistema de adjudicación de obras millonarias a favor de quienes le ayudaron a financiar su campaña presidencial mediante empresas de fachada.
Desnuda una preocupante realidad que debería inquietarnos por las graves consecuencias que implica, pues en opinión del exministro Fernando Rospigliosi, el peruano se están acostumbrando a tolerar la corrupción.
Se trata de una crisis moral, una enfermedad crónica en el Congreso, en especial entre los integrantes de Perú Libre y algunos sospechosos de recibir prebendas para blindar al presidente y sus ministros.
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A ellos se suman quienes, por más escándalos de corrupción que salgan a luz en el Ejecutivo, no están dispuestos a vacar al presidente ni enviar a su casa a personajes tan nefastos como el ministro Geiner Alvarado bajo cuya gestión se cometió la repartija de obras millonarias a favor de Los Chiclayanos, caso por el que Yenifer Paredes ahora está entre rejas.
Si el jefe de Estado siguen en el Gobierno y su principal defensor Alejandro Salas dice que no está debilitado ni fortalecido aún después que su hija ha sido enviada a pasar 30 meses en Santa Mónica, es un síntoma de que estamos errando el camino como sociedad. Un padre que -según la tesis fiscal- usa el cargo para servirse del dinero del Estado implicando en ello a su cuñada e hija putativa, ahora presa, y a pesar de ello no renuncia al cargo, no es propio de una sociedad con valores.
Tampoco lo es que a pesar del daño que causa al país con su conducta, los facultados para enviarlo a su casa no esten dispuestos a hacerlo y en lugar de pensar en el país privilegien el “nos quedamos todos”, con jugosos sueldos, movilidad, asesores y gastos de representación.
Su mal ejemplo claro que impacta en la población, agrava una infección moral que ya viene de años. Según Ipsos, hasta el 2015 un 72% de la población peruana tenía una tolerancia media hacia el problema y 6% una tolerancia alta, es decir, un 78% acepta convivir con este flagelo.
Y, según los especialistas, esta tara se debe en gran medida a la impunidad y mal ejemplo de autoridades del más alto rango. Según Proética, hay muchos peruanos que creen que la corrupción es impune, que estamos expuestos a ella y sin mecanismos para erradicarla. Preocupante.
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