Dina Boluarte viaja casi todas las semanas, pero nadie sabe para qué. No la recibe nadie, no la recibió ni el Papa, y Joseph Biden, con quien apareció en una fotografía agarrada de la mano, ha negado haberse reunido con ella. ¡Qué tal paciencia la de Biden, quien va desmintiendo a la presidenta del Perú dos veces!
Entonces, ¿por qué Dina Boluarte viaja tanto? En una edición anterior nos preguntábamos si sus salidas y sus afanes por entrevistarse con mandatarios extranjeros tenía que ver con su necesidad de legitimar un régimen que la mayoría de los peruanos no respalda, quizás porque es más fácil decir ante la ONU que el 99% de los peruanos tiene seguro médico, obviando la penosa realidad de los hospitales y postas -obviando también que un congresista murió sin atención en un establecimiento público-. Nadie sabe sus motivos y eso es lo peor. En un país, colectiva y crónicamente enfermo de ansiedad, la incertidumbre es como beber clavos.
Mientras la presidenta busca superar el récord de Phileas Fogg, el país es escenario de una absurda anarquía: peruanos y venezolanos se matan en plena vía pública, los secuestros y asesinatos aumentan, la Policía se contenta con observar este espectáculo de horror aduciendo que no hay gasolina ni patrulleros ni pistolas ni balas ni agentes para atrapar a los delincuentes; los congresistas se entretienen declarando al tallarín de interés nacional y la historia de la subversión y el paramilitarismo en los 90 se reescribe en los tribunales porque la memoria colectiva ya no es confiable. El tráfico de drogas alcanza nuevos niveles de impunidad y hasta Piura, otrora región de paso, también es una de las mayores productoras de estupefacientes para el deleite culposo de norteamericanos y europeos. Niños y niñas son víctimas del abuso sexual, el trabajo forzado o sometidos a la ignorancia. Finalmente, mientras los países de la región, para bien o para mal, toman posición respecto de los últimos conflictos internacionales, el Perú sigue procesando la información de 7 de octubre. Si eso es gobernabilidad, qué nos espera.
Lo tragicómico de esto es que hay muchos compatriotas que, en efecto, quisieran que Dina Boluarte siga viajando, pero que no vuelva. De todos modos, dicen, el vacío de poder no se va a sentir.