Los recientes acontecimientos en el continente nos indican que las ideas liberales -o neoliberales, según quien las mire- vuelven a cobrar el protagonismo que tuvieron en los noventa. La bipolaridad ideológica del siglo XX se ha convertido en multipolaridad en nuestro tiempo y las ideas de libertad económica forman parte de la nueva oferta ideológica y política.
En el Perú han surgido partidos de dicho cuño, empeñados en reinterpretar la historia, en arrojar luces -y a veces en ensayar reescrituras- sobre lo que fue el Fujimorismo, al punto de plantear la hipótesis de que existió un “pensamiento fujimorista” centrado en lo económico, en el “milagro” que pinchó la inflación abrumadora de los años 90, en la privatización masiva que pretendió -y en muchos casos significó- un impulso al dinamismo y la eficiencia productiva, así como el redescubrimiento de las bondades cuasi instintivas del libre mercado; sin embargo, ahora se busca construir el tantas veces esquivo “capitalismo popular”. Impulsado por el triunfo de Javier Milei, el liberalismo peruano -ahora llamado “libertarismo”- pretende tener una relevancia social que nunca antes tuvo, pues casi siempre estuvo confinado al ámbito académico y la tecnocracia. Debido a los desajustes sociales ocasionados por medidas como el shock fujimorista y la propaganda de la izquierda y el centro, decir liberalismo es casi como mandarse una lisura.
No obstante, es altamente positivo que el abanico ideológico en el Perú se abra y salgamos de esa polarización nefasta entre la izquierda (casi siempre en la oposición, su lugar natural) y la derecha habitada por “empresaurios” para quienes el éxito en los negocios (el lenguaje de esa derecha está casi siempre ligado a los negocios, al dinero y al poder) se sostiene en los “contactos”. Mercantilismo, “argolla” y muchos otros términos podrían venirse a nuestras cabezas ahora mismo, pero en todo caso el liberalismo/libertarismo -o “neoneoliberalismo”- viene a quebrar ese equilibrio o tensión de extremos para mostrarnos que hay mucho más por ver y que estamos obligados a repensar la política. Habiendo transitado nuestro país los caminos de la democracia, el autoritarismo, el terrorismo, la insanía, la corrupción, las promesas falsas, el progresismo blando y más, es positivo que haya quienes intenten recrear la política de vez en cuando.