La educación es la mejor arma contra la mentira, las falsas promesas, contra el abuso de autoridad y contra los mitos que existen en torno a la pobreza. La educación será, a donde vayamos, nuestra mejor arma contra los relatos políticos que pretenden dividir a la sociedad en buenos y malos, entre ingenuos y granujas o, peor aún, copian programas de gobierno fracasados y los hacen pasar por propios.
Por eso, es necesario que más allá de cualquier bandera política, uno de los principales objetivos del nuevo Ejecutivo sea empoderar a maestros y estudiantes de todos los niveles para evitar que la mentira entre los jóvenes sea un arma política y una forma de reclutarlos para causas que sobreviven gracias a otros delitos, como el narcotráfico y otros.
El aumento razonable de la inversión en educación es un medio necesario para poder lograr este objetivo que formará futuras generaciones no alquilables en política, menos ingenuas, más críticas y más conscientes de las necesidades del Perú. Esa será la generación que sacará al Perú de la pobreza material y mental, pero, sobre todo, que permitirá construir puentes para que el país tenga relación con el mundo, un nexo más verdadero y más real y de mayor intercambio. Soñar con un país así es fácil, pero la tarea de la nueva generación será hercúlea.
Estas elecciones nos proponen la posibilidad de que tengamos ese país soñado, ese país añorado y que ahora, debido a la violencia de algunos personajes, parece lejano, pero no perdamos la fe. Nuestra nación siempre ha enfrentado la adversidad con coraje y unidad. Ese es el tiempo en que debemos volver a esta actitud y cerrar filas contra aquellas teorías plagiadas, violentistas e inaplicables en ninguna parte del mundo sin un altísimo costo humano.
Tendremos debate y entonces conoceremos de qué están hechas las propuestas de cada uno. La lección que debemos sacar es que democracia no es negociable, que en nuestro país existen líneas matrices que los políticos de cualquier tendencia deben respetar. Son como las leyes inamovibles del universo, que no pueden cambiar según el capricho de alguien, sino que uno debe basar su acción en el respeto a esas condiciones inalterables.