Es entendible que las autoridades sigan concentrando sus mayores esfuerzos en la contención del COVD-19 y en brindar asistencia médica a la población afectada en aras de salvar vidas, más aún si, como ha confirmado la ministra de Salud Pilar Mazzetti, ya hemos ingresado a una segunda ola y ahora la nueva variante del virus, con mayor velocidad de contagio, ha puesto en la mira a los adolescentes.
Sin embargo, aplanar la curva de fallecidos y casos positivos si bien debe ser la prioridad, no es el único reto que la situación plantea al Estado, con la indispensable participación de la población. Otro objetivo urgente es atender la salud mental. Si en los primeros meses de la emergencia sanitaria las consecuencias de descuidarla eran “menos visibles”, ahora salen a flote más rápidamente: cada vez hay más abuelos, padres, madres, en especial personas de riesgo, extremadamente temerosos de infectarse, irascibles, violentos o intolerantes. Es urgente que las medidas para contener el estrés, ansiedad entre otros males mentales sean incluidas entre las prioridades del Minsa y EsSalud.
Según un estudios de Save The Children practicado en 6000 menores de diversos países afectados por la pandemia, uno de cada cuatro niños sufre de ansiedad debido al confinamiento por la pandemia. A ello se suman las consecuencias emocionales de acceder a una avalancha de informaciones inexactas que circulan en redes sociales y ahora el incremento del contagio de adolescentes que solo en Lima subió 59%.
Lo que no abunda es la ayuda del Estado, sector privado y ONG para informar sobre las soluciones. Es muy tibia y hasta insignificante la respuesta del Ejecutivo a través de los centros de Salud, colegios y universidades, para darles a los niños, adolescentes y jóvenes la otra parte de la información -y la más importante en estos tiempos de crisis-, como recordarles que frente a la adversidad y las dificultades que implica, ellos son capaces de afrontarlas de modo positivo, e incluso que las crisis amplían sus capacidades para tener respuestas y proponer soluciones.
Un primer paso debería ser evaluar si la guía técnica aprobada el año pasado con resolución 186 por el Minsa, está permitiendo realmente cuidar la salud mental de los peruanos, como se lee en el documento emitido durante la gestión del exministro Víctor Zamora.