Suena duro, pero es la realidad. Los peruanos no podemos esperar de este Gobierno nada más que perjuicio a la institucionalidad, corrupción, inseguridad e impunidad y un Estado incapaz de dar los servicios de siempre como pasaportes (muchos viajeros han perdido vuelos por la ineficiencia de los funcionarios de Migraciones), seguros social (ahora con desabastecimiento de medicamentos) e intentos presidenciales de tapar su desastre con más y más populismo.
Y no cualquier populismo sino del duro como prometer (ayer) bajar los sueldos de funcionarios públicos, ministros y congresistas mediante un proyecto de ley del Ejecutivo; aún sabiendo que el monto que se ahorraría con ello no le hacen ni cosquillas al presupuesto, menos a la galopante crisis económica que ahoga a las familias más vulnerables del país.
Faltan páginas para argumentar que la principal urgencia del país es dejar de ser gobernado por un incapaz, elegido democráticamente sí, pero convertido ahora, por su pacto con el cerronismo, en una amenaza para la viabilidad y gobernabilidad del país.
Claro, el otro gran peligro de la república en estos momentos es la desidia de una sociedad civil que ya empezó a ejercer su derecho a la protesta, pero es incapaz de ir más allá. Si bien, ha empezado a crecer el convencimiento de que Castillo no renunciará y el Congreso no lo vacará, y que la única salida es “que se vayan todos”, no hay respuesta a la pregunta ¿Y al día siguiente qué hacemos?
El país necesita con urgencia no solo una sino varias propuestas para salir del ciclo vicioso de elegir eternamente a los mismos incapaces de siempre o peores.
Es verdad que por ahora no puede esperarse grandes cambios, no hay espacio para grandes reformas constitucionales, pero se requiere en la tregua que dan las protestas sociales, aportes de los expertos en temas como el balance de poderes, la bicameralidad y la reelección.
Tal como opina la exministra de Defensa Nuria Sparch, por ejemplo, las elecciones primarias bien realizadas evitarían que se presenten miles de candidatos a los comicios. Se podría conocer lo que ofrece cada uno y evitar así la dispersión del voto que tanto daño hace. Urge, eso sí, no boicotear cualquier buen avance o mejora.
Sería como una primera vuelta, pero más barata para el Perú.
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