Jorge Yamamoto, psicólogo social, cree posible que la rebeldía del peruano se deba a su capacidad de adaptarse hasta olvidarse del problema.
Ahora que la ministra de Salud, Pilar Mazzetti, ha resaltado que Perú enfrenta su segunda ola y que en los próximos dos meses tendremos los picos de contagio más altos, urge que la ciudadanía cambie radicalmente su conducta. Para el psicólogo social y profesor principal de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), Jorge Yamamoto, esto solo sería posible si el Estado pone mano dura.
–¿Qué tipos de comportamiento hemos podido ver en los peruanos con el avance de la pandemia?
Hay hasta cuatro tipos de reacción: la del extremo cuidado, que tienen muy pocos peruanos; un grupo más grande que tiene cuidado, pero a veces se descuida; un grupo más mayoritario es el que no se cuida, pero por presión social cumple más o menos las normas; luego está el grupo que no cree en la Covid ni en nadie, no tiene ningún cuidado y hasta disfruta el retar a la sociedad. En un estudio reciente, encontramos que el 97% de peruanos considera que se está cuidando bastante. Esto no rechaza la clasificación anterior, sino que indica que se cuidan o mucho o muy poco, pero nadie sale al suicidio.
–Es cierto que el Estado es responsable de la crisis actual en cuanto, por ejemplo, no nos brinda un sistema de salud adecuado. Pero, ¿qué responsabilidad le corresponde al ciudadano?
¿Qué pasa cuando un padre tiene un hijo con problemas de comportamiento? El problema es en parte del hijo, pero también del padre por no saber controlarlo con disciplina. En principio, el peruano es indisciplinado; pero cuando se le disciplina como niño, se le da una norma y sanción claras, se le hace entender el sentido, el peruano reacciona bien, como con el uso de cinturón de seguridad. También es responsabilidad del Estado, que no sabe cómo manejar a su ciudadanía.
–¿Qué plan de cambio de comportamiento sugiere?
Sabemos que las tres normas básicas son mantener la distancia, usar mascarilla y lavarse las manos; ubiquemos los puntos de concentración de contagio y allí hagamos un control eficaz con una sanción consistente y contundente. Consistente, que si controlan lunes y martes, pero el miércoles se van, no pasa nada, el control debe durar; contundente, que aunque lo miren feo, no rebajarán el control. Si duele, se cambia. La medida también debe ser factible porque no podemos pedir un constante lavado de manos donde no hay agua.
–De acuerdo, se establece una medida, ¿y luego qué seguiría?
Hay que convertir eso en un hábito y generalizarlo, y puede que la gente no interiorizara el mensaje, pero ya creó el hábito. Luego, la última fase del plan tiene que ver con la conciencia, entrenar a las personas en la autoregulación, que es ser conciente de nuestro comportamiento y sus consecuencias, y regular, y cambiar la conducta para tener una supervivencia y desarrollo adecuados.
–Pero, aunque el Estado no aplicara este plan, ¿no ha pasado suficiente tiempo como para que los peruanos entendamos las consecuencias de no obedecer las restricciones?
En Europa usan el concepto de “fatiga pandémica”, pero lo que ocurre aquí es una desensibilización. ¿Qué pasa si estoy en un lugar peligroso? Las primeras semanas estaré asustado, pero luego de varios meses me acostumbro y hasta me olvido del peligro. Entonces pasa eso, le perdemos el miedo a la Covid, y algunos piensan que si no les dio hasta ahora, ya nunca les va a dar, pésimo razonamiento. Ahora es más complicado combatirlo, que en los primeros meses.
–En Piura soportamos El Niño Costero y, tres años después, llegó la pandemia. No tuvimos mucho tiempo para recuperarnos del primer golpe, ¿esto influye en nuestra conducta?
La respuesta debería estar en un estudio, cosa que no se ha hecho. Yo puedo dar dos hipótesis: la primera, que tuviera un impacto negativo en la salud mental de la población; la segunda, que el peruano tiene una gran capacidad para adaptarse, sobre todo el que la ha visto negra, entonces genera resistencia. Es posible que la rebeldía sea parte de esa capacidad de adaptarse y olvidarse del problema. Los peruanos somos psicológicamente bien recios para aguantar el castigo, pero la última palabra la tendría un estudio.
–¿Qué impacto podrían tener las últimas medidas restrictivas en la conducta de los ciudadanos?
En la medida que haya control, habrá un impacto. Si los negocios son multados consistente y contundentemente, no atenderán y, si no atienden, la gente se va a aglomerar, pero no creo que a estas alturas del partido vaya a haber una toma de conciencia. Si no hay un estricto control policial, va a ser una cuarentena “bamba”, que la gente va a ir tanteando, tanteando, y a la larga terminarán por no obedecer. ¿Qué ocurrió el año pasado? Las primeras semanas, la gente acataba la cuarentena, pero se relajó el control y la cuarentena se levantó, pero no porque el Gobierno lo dijera, sino porque el peruano volvió a hacer lo que le daba la gana.
Por. Andrea Flores Khalil