En las últimas décadas la informalidad se ha vuelto parte de la cultura peruana. Es más fácil y rentable hacer negocios sin impuestos, sin arriendo o sin pagar el sueldo reglamentario; pues cuando menos se gaste, mejor. El Estado contribuye con ello al poner vallas altas a la formalización con engorrosos trámites, tiempos, fiscalización y abusivos impuestos.
Esto explicaría la aparición de más informales en las calles, los cuales se han incrementado en los últimos meses debido a la crisis. Pero hay informales de calle y otros a la sombra. Los primeros invaden vías y veredas. Los segundos están en las redes ofreciendo potajes, artículos y servicios diversos. No está mal ayudarse, pero sobre ellos no hay control alguno, menos sanitario.
En esta crisis todos se las buscan con ganas, por ello, las instituciones no solo deben tener la represión como salida, sino el apoyo a esos emprendimientos, capacitándolos en la manipulación y tratamiento de los productos; en la forma de hacer empresa y cómo financiar sus negocios. Es mejor ayudar a romper las desigualdades a solo darles palo por intentar sobrevivir o emprender un negocio.