Mientras sigue la tensión política por la ansiada proclamación del nuevo presidente del Perú, los congresistas en ejercicio no pierden el tiempo y, cual hormiguitas laboriosas, están aprovechando los descuentos en sus cargos para hacer otra de sus travesuras: elegir arbitrariamente, entre hoy y mañana, a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional.
El problema es que, en su afán de dejar electo a un nuevo TC, no miden las consecuencias, pues esta decisión debilita aún más la frágil institucionalidad en el país. Elegir autoritariamente, sin rigor y apurados a los nuevos representantes del TC los podría deslegitimar y dar motivos suficientes para que el próximo gobierno –que también anunció la desaparición de esta institución-, lo cuestione o desconozca.
¿Cuál es el apuro? El TC es un órgano autónomo cuya función es velar por la constitucionalidad de las leyes y decretos; pero también es la última y definitiva instancia para las resoluciones denegatorias de habeas corpus, habeas data y cualquier otra normativa constitucional que, es probable, arreciarán en el nuevo gobierno. ¿Será que quieren dejar un caballito de Troya en el TC?