El temperamental ministro de Justicia, Aníbal Torres, parece que se ha convertido en el genio de la lámpara, dispuesto a cumplir los deseos “evidentes” del presidente Pedro Castillo de arrinconar, expectorar y cortar toda influencia en su gobierno al controvertido Vladimir Cerrón, presidente de PL.
Los encontrones son frecuentes y el ministro no hace remilgos para poner en su sitio a Cerrón porque según él, es una “influencia dañina para Castillo”.
Más que cantarle sus verdades a Cerrón que exige su cuota de poder en el Estado, estos encontrones dejan entrever que entre Castillo y Cerrón las relaciones siguen tensas, al punto que el líder de PL no puede callar ni botar a Torres del gabinete. Es más, Castillo seguirá apoyando al ministro porque es el único que detiene el ímpetu arribista de Cerrón.
De ser así, Torres pasaría a ser el alfil con la misión de fracturar la relación de Cerrón y Castillo. El mandatario no es tonto y le conviene tener de aliado a Torres porque si logra deshacerse de Cerrón, tendrá libertad para dedicarse a apoyar su partido del magisterio que por ahora es el sueño presidencial. Lo malo es que la gobernabilidad seguirá en riesgo.