El presidente Pedro Castillo, en estos casi 8 meses de gobierno, lo único que ha fortalecido por encima de la crisis política es su fama de mentiroso.
En su presentación en el Congreso, el martes último, además de algunos datos erráticos y hasta once “mentirillas” más detectadas, dijo de manera enérgica: “no blindaré a ningún corrupto… hago hoy un deslinde claro y frontal”.
Solo como referencia, el caso del secretario de palacio, Bruno Pacheco, renunció después de una semana cuando no pudo ocultarse el escándalo. Lo mismo ocurrió con ministros cuestionados por sus nexos con el terrorismo; o con su exministro, Guido Bellido. Algo más cercano ocurre con el ministro del MTC, Juan Silva o el de Agricultura, involucrado este último en acciones contra la vida de personas.
Hoy son tres de sus sobrinos y varios trabajadores de Petroperú, MTC y Salud, entre otros funcionarios de diversos ministerios, los que están bajo la lupa del Ministerio Público, investigados por presuntos vínculos con mafias o el crimen organizado, pero casi todos, siguen trabajando para su gobierno y hasta forman parte de su entorno más cercano.