Como comparsa de plañideras, muchos políticos peruanos de oposición y del oficialismo buscaron anoche reunirse con los mediadores de la OEA en su intento por dar a conocer su propia verdad de la crisis política.
El Ejecutivo con Pedro Castillo a la cabeza fue el primero en dar su versión sazonada –por supuesto-, de dramatismo, victimización, elitismo y el fantasma del golpe de estado.
En las calles las masas y las bulliciosas portátiles se jugaban su propio partido avivando o intimidando a los miembros de la misión; todos ellos confiados en que la OEA les dé la razón (su razón) y justifiquen el desgobierno y la polarización de poderes a causa de a la ‘temeraria e irresponsable oposición’ a la que culpan.
Lo real es que la OEA no viene a solucionar la crisis causada por dos poderes del Estado. Solo dará recomendaciones y dejará que sean los propios peruanos los que al final ‘maten sus pulgas’; pues las decisiones de la misión no son vinculantes, no tiene injerencia en la política interna del país, por tanto, la armonía y el empezar a gobernar dependerán de los acuerdos y sacrificio de los propios poderes del Estado… irreconciliables con o sin la OEA.
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