Indignación, frustración y miedo es lo que hoy sienten los piuranos, en especial los emprendedores y empresarios por culpa de un enemigo furtivo, despiadado y sumamente avezado: la delincuencia organizada. Ilícita actividad que en vez de disminuir se han fortalecido y acelerado a niveles pandémicos en los últimos meses.
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Hoy nadie puede estar a salvo ni es su propia casa, menos en la calle o en un restaurante.
La delincuencia no perdona edad ni condición social, mucho menos la vida. Las más de 60 muertes por sicariato este año son testimonio de la ferocidad que han alcanzado las bandas organizadas dedicadas a la extorsión y el robo.
El problema de esta descomposición social, sin embargo, no es responsabilidad única de la Policía, sino del gobierno ocupado en defenderse de las acusaciones de corrupción, descuidando irresponsablemente la seguridad ciudadana; además de manosear groseramente los cambios en la PNP o designar ministros del Interior que se cambian cada dos meses.
A ello se suma la crisis económica y la falta de empleo que alienta a muchos indeseables a “tomar por la fuerza de las balas y la agresión” lo que creen necesitar.
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