Al candidato del lápiz se le subió el coraje y se llenó de soberbia al ganar la primera vuelta electoral, tanto así que ni siquiera se atrevió a disfrazar su plan estatista, totalitario y dictatorial, mucho menos medir sus propuestas descabelladas imponiendo condiciones o rechazado con altanería el debate con Keiko Fujimori. ¿Se creerá ya gobernante?
Para los analistas políticos, el rehuir al debate ya no es un acto solo de soberbia, sino de cobardía al sentirse en desventaja y casi como perdedor en la primera confrontación. El líder de PL sabe de sus limitaciones argumentativas frente a un oponente que de lejos le lleva mucha ventaja. Por otro lado, el mensaje estatista y dictatorial no le está funcionando y las encuestas últimas se han encargado de recordárselo.
Sin embargo, más allá de sus miedos y limitaciones, los debates son necesarios y útiles porque de ellos depende la decisión de una nación. Debatir es exponer ideas y planes de gobierno; propuestas claras y compromisos a la hora de asumir el reto más grande de un ciudadano: ser presidente de un país. Correrse, chuparse o hacerse el arrogante solo desnuda las debilidades de un líder de arena.