La política y la corrupción se han convertido en los últimos años en la combinación perfecta para conquistar y sustentar el poder. Desde la época de Vladimiro Montesinos, y aún ahora, este “mezquino matrimonio” sobrevive gracias al dinero que se obtiene ilícitamente o se roba vilmente a la población, lo que les permite a muchos gobernar y cerrar el círculo vicioso del cual no se termina de salir.
En Piura acaban de desbaratar una red delictiva y por la cual están investigando al exgerente general del GORE, Jesús Torres Saravia, con prisión preventiva y cuyos nexos incluso alcanzan la última campaña política. Y la ecuación se repite en otras latitudes como Junín, con los “Dinámicos del Centro” investigados por financiar la campaña política de Pedro Castillo.
La lista es amplia, en Cajamarca hay gobernadores detenidos; igual pasó en Tumbes… en fin, sería largo enumerar los casos de corrupción cuyo objetivo no solo es apropiarse del dinero de las obras y proyectos, sino utilizarlo para financiar campañas políticas que permitan gobernar a los mismos saqueadores que se venden cínicamente como “luchadores sociales”. El problema es que muchos les creen ciegamente.