No lleva ni un mes en el cargo, pero el gobierno de Sagasti ya padece una avalancha de reclamos sociales. Primero fueron las renuncias de los mandos policiales, siguieron las protestas por la ley de promoción del agro, mientras ya se anuncian otras por las concesiones mineras, etc. El Congreso, por su parte, sigue su juego perverso de poner en jaque la caja fiscal a través de una serie de leyes de corte populista.
¿Qué sigue después? Parece que la estrategia es clara: desestabilizar al Ejecutivo, aunque ello implique imponer la anarquía en el país o ahondar más la crisis económica que nos está dejando la pandemia. A los grupos políticos y dirigentes que se prestan a este juego de sembrar confusión parece que no les interesa la repercusión que esto causa a la inestable economía nacional y las familias que directamente se ven afectadas por los cierres de vías, violencia y muerte.
Lo cuestionable es que los líderes partidarios guardan silencio o solo intervienen para echar más leña al fuego, sin presentar alguna salida o solución a la crisis, dejando la impresión de que gozan o esperan con ansias la caída de este gobierno de transición. A Sagasti le robaron la luna de miel.