Es vergonzoso para los peruanos, incluso para sus más feroces defensores, que un “maestro” que utilizó un símbolo de la educación como es el lápiz para su campaña y que decía defenderla porque es un derecho del “pueblo”, resulte ser un fraude. Un político cínico que se vendió como humilde profesor, pero que obtuvo un título (los demás, no se sabe) plagiando y con asesores y maestros etéreos.
Su abogado lo que ha hecho hasta ahora es desprestigiar las investigaciones periodísticas, pero no aclarar el problema de fondo: ¿Cómo obtuvo sus tesis Pedro Castillo? ¿Qué intereses hay detrás de la obtención de dicho estudio académico, pues también estaría involucrado el dueño de la universidad? ¿Qué ejemplo puede dar un profesor (ahora presidente) que plagia y miente sistemáticamente y sin vergüenza alguna?
Aquí dos ejemplos. Uno el tipo de universidades que existen en el país, donde el dinero está por encima de la investigación y aprendizaje, y cuyos operadores no tienen reparo en tumbarse a la única institución que puede controlarlas: la Sunedu. Dos, la catadura de personas que pululan, engañan y viven hace mucho de nuestra folclórica política nacional.
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