Ciertos policías han hecho del golpe y el cogoteo una forma de catarsis a sus frustraciones en algunas intervenciones; pero saben con quién lo hacen. Los inocentes estudiantes o personas pasivas y sin antecedentes que se resisten son las que acaban como pera de boxeo, no así los ranqueados delincuentes… a ellos se les trata con amabilidad, diligencia y hasta con cierto grado de amistad.
Hace poco asistí con efectivos de la comisaria de Castilla siguieron hasta su casa a un estudiante que se pasó la luz roja a las “una de la madrugada”. Lo cogotearon, derribaron y mientras uno le oprimía el cuello con la rodilla el otro lo hacía con su estómago. Después vino la golpiza que obligó a su abuelo a intervenir. Cinco patrullas más llegaron y el joven y abuelo terminaron detenidos con cargos que los policías imponen arbitrariamente como “graves”.
En el caso de un joven muerto tras ingresar vivo a la comisaría de San Martín, ¿ocurrió lo mismo? Según su hermano, presenta marcas de violencia. Este caso, que los policías intentan encubrir, no debe quedar impune, pues hasta el peor delincuente tiene derecho a la vida y a la salud. Solo la justicia determina el castigo.