Con el inicio del verano, las playas, piscinas y ríos se convierten en un hervidero de veraneantes que no miden el peligro. Lo irónico de estas fechas y a pesar de las funestas experiencias, es que tampoco las autoridades se esmeran por garantizar un momento de recreación y esparcimiento sano y sin riegos para la salud y la vida de los ciudadanos. 

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Como ejemplo, no se ha hecho hasta ahora una evaluación de piscinas y clubes acuáticos. Nadie les garantiza que estos sean aptos para los bañistas. Tampoco hay control y mucho menos señalización de las zonas de riesgo y las orillas del río Piura y el canal Biaggio Arbulú, lugares preferidos para bañistas intrépidos. 

En cuanto a las playas, el drama de todos los años es el libre acceso al mar, pues hay condominios, hoteles, clubes o restaurantes que se han adueñado de la playa, pues creen que su derecho de propiedad privada se extiende hasta el mar, desconociendo que existe la ley 26856 que garantiza el libre acceso a las playas. Y son las municipalidades las que deben estar atentas a que se cumpla la ley y se evite conflictos y por acceder a una playa. El transporte pirata es problema aparte.