El gobierno chileno de Gabriel Boric se tomó en serio la seguridad y defensa de su población (tras el asesinato de tres carabineros) a tal punto que decretó estrictas medidas contra migrantes que ingresen a su territorio. La estampida de extranjeros no se hizo esperar y empezaron huir a Perú, incluso con el apoyo asolapado de las FF.AA. chilenas. La respuesta peruana ha sido declarar en estado de emergencia las fronteras de Perú.
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En Bolivia y Argentina, mientras tanto, la crisis financiera obliga a los gobiernos a vender sus reservas de oro para que su economía no caíga en coma y sus ciudadanos emprenden la migración masiva. En Colombia la situación no es diferente; mientras en Venezuela, Nicolas Maduro a duras penas sostiene su frágil gobierno y economía que propició el éxodo de más de 7 millones de ciudadanos.
Todos estos países tienen algo en común: sus mandatarios son de izquierda y abrazan el socialismo como doctrina. Ideología que en la teoría busca la igualdad y la equidad económica, pero en la práctica no funciona. Prueba de ello es el derrumbe -tras la fiesta-, de sus economías. La migración masiva es una prueba. En el Perú Pedro Castillo iba por ese rumbo.