El conflicto entre Rusia y Ucrania es un guiso que ha estado cocinando Vladimir Putin desde hace 20 años, cuando llegó al poder. Aunque muchos analistas internacionales afirmen que el objetivo es apropiarse de los ingentes recursos naturales y mineros que posee Ucrania, lo cierto es que en el ajedrez geopolítico, la masacre a esta nación con más de 40 millones de habitantes es solo la excusa, pues el mensaje final es decirle al mundo que Rusia está de vuelta.
Putin sueña con el resurgimiento de Rusia como potencia mundial, por tanto, anexar a las exrepúblicas de la antigua URSS, a sangre y fuego, es el objetivo para restablecer un nuevo y fortalecido régimen soviético; además de mantener alejada a la OTAN de sus fronteras. Joe Biden, lo reconoce.
Hoy Putin aparece en el mundo como el bravucón del barrio, que puede hacer lo que él quiera y así desea que lo vean para sentar su poder en el mundo.
La OTAN y EE.UU. no harán ningúna movida militar, pues se limitarán a la sanción económica. Hacer lo contrario, daría motivos a una tercera guerra mundial. El mundo no quiere eso aunque para ello tengan que inmolarse miles de ucranianos.
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